Capítulo 12: El Clarividente
Era un edificio del período barroco, con su exterior mostrando elegantes y distintivos arcos, únicos por sí mismos. La estructura entera se asemejaba a una conchGótica.nte abierta.
Siguiendo la línea de la cresta del edificio, un signo colgaba. Un sol, con la palabra 'CAFÉ' garabateada en él.
El sol representaba el día, así que era de lo más natural que esta estructura llena de la esencia del arte francés perteneciente al siglo XVIII fuese llamada... Daybucks Coffee.
El interior estaba amueblado con muebles atractivos y delicados que empleaban una técnica curiosamente asimétrica. Parecían conchas, acantilados, remolinos y arcos en forma de S. Plantas rodadoras y flores sin florecer, intersectándose y combinándose, creaban un espacio orgánico. El techo y murallas combadas unían inconsútilmente los bordes de un mural.
En función de imitar un estilo natural, el edificio también estaba construido usando materiales con vívidas sombras de verde lima, rosa y rojo tenue. Los arquitrabes eran en su mayoría dorados. El panel interior estaba hecho de delicada madera, rodeado de lazos con ligeros coloreados orientales hasta su corazón.
Allí sentado estaba el Maestro del Café, vistiendo una camisa blanca y overoles marrones; con una taza aferrada a su mano. Tiernamente, bebió un sorbo.
¡Thrummm!
El sonido de un trueno se escuchó, haciendo temblar el café en la taza del Maestro, casi derramándose. Una expresión de impacto se apoderó de su rostro, se apresuró a asomarse por la ventana y mirar hacia los cielos.
"Una tormenta eléctrica sin nubes, con rayos en un cielo sin oscurecer. ¡Qué habilidad más atronadora! ¿Será este su poder? No tenía idea de que comandaba un poder así. Me temo que sé lo que encaró para hacerle perder el control de esta manera."
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Era una habitación sin mueblería innecesaria, de la mitad de tamaño en comparación a la que se encontraría en la Joyería de Zeus. Si no hubiese sido por la puerta de madera que daba cara a Skyfire Avenue, probablemente la gente hubiera creído que no era del calibre para combinar con las otras tiendas de la calle.
La tienda no estaba habilitada para el acceso al público, en su lugar, solo recibían invitados. Dentro de la habitación había una única mesa de construcción simple, cuadrada con cuatro patas rectas y una superficie desconectada, con diez sillas de troncos de árboles.
Tanto la mesa como las sillas compartían la misma textura, curvadas hacia fuera en una vieja madera preservada de mil años. Si uno la mirase detenidamente, verían una multitud de rostro extraños, o una densa colección de manchas hasta piel de leopardo. Gruesas, delgadas, ordenadas, desordenadas, rectas o rugosas; todas estaban presentes. En su mayoría eran líneas negras, pero también el café chocolate y rojizos eran visibles. Esencia de Dalberia Nigra (árbol sudamericano de olor dulce), de la Era Previa Hai'nan.
La cubierta tenía más de cinco millones de años. El Maestro del Vino dijo una vez que habría dado todo lo que poseía - a excepción de lo que estaba en su Bóveda de Vinos - por la mesa, pero la oferta fue rechazada.
Al lado de la mesa, por la ventana, el Gourmet contemplaba el cielo. Los incesantes rayos seguían jugando entre sus escarpadas jugarretas. Masticó una galleta de soda, entrecerrando en un descanso de la tinieblas.
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La Antigua Bodega Gótica.
El Maestro del Vino también se encontraba observando por la ventana, con Eva a su lado obedientementerayiraba el cielo, y luego dirigió su mirada a Skyfire Avenue hacia la tienda marcada con un rayo. Sacudió su cabeza suavemente.
"Maestro, ¿eso es...?" Preguntó Eva con voz tímida.
Alzó su mano, interrumpiéndola. Una luz roma plateada resplandeció, y todos sus sentidos se desvanecieron. Eva, a su vez, no le tomó mucho tiempo notar algo extraño cuando observó pensativamente a la Joyería de Zeus.
Un rayo atravesó el cielo de Skyfire Avenue y los edificios reflejaron su luz plateada.
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Un palacio de estilo barroco, con su exterior bañado en una hoja dorada. Esquemáticamente estaba contorneado como una aceituna, con énfasis en su techo decorativo abovedado. Su fachada exhibía una pendiente separada, de tablatura curva, las murallas alternándose entre cóncavas y convexas. Sus adornos eran amplios, descansando en un efecto sombreado. Era el edificio más grande en Skyfire Avenue.
El edificio no portaba ningún signo, pero cualquiera que poseyese el Emblema Skyfire sabía que ese era el Museo Skyfire. Dentro se albergaban grandes tesoros, disponibles a la vista de cualquiera que posea el emblema. Aún así, solo se abría a los visitantes desde el amanecer hasta el ocaso.
Dentro, un anciano se levantó quietamente. Era alto y con facciones rugosas, su verdadera edad era difícil de discernir. Sus ojos eran azules, profundos, como una clara reelección del universo mismo.
Vestía una maravillosa bata de seda blanca. Estaba cubierta de pedrería plateada, tratada con hermosas gemas. En su cabeza usaba un gorro, y en su mano derecha lucía un gran anillo rubí.
Una luz plateada crepitó sobre él, y repentinamente otra persona estaba a su lado; el Maestro del Vino en regalía noble.
"Estás nervioso", dijo el anciano con una sonrisa, sin apartar sus ojos de la ventana.
El Maestro del Vino asintió levemente. "Me temo que cambiará todo. Tres años atrás cuando él llegó, inmediatamente se convirtió en uno de nosotros. Ciertamente demostró tener suficiente gusto y habilidad. En estos tres años se ha mezclado bien, pero su poder es..."
Calmadamente, el hombre intercedió. "Muy poderoso, ¿no?"
El Maestro del Vino asintió silenciosamente.
El anciano se volvió para mirar al Maestro del Vino, con sus ojos azules brillando. "El es uno de nosotros. Cuando dictaminamos su asociación al Concilio Skyfire, se volvió una parte inseparable de nosotros. Sin importar las dificultades que enfrente, somos su familia."
"¿Puedes ver su futuro?", preguntó el Maestro del Vino.
El anciano negó con la cabeza. "No. Pero puedo sentir la integridad de los truenos."
El Maestro del Vino continuó. "Con su disposición, claramente enfurecida, me temo que tendremos que afrontar algunos problemas. ¿Deberíamos ayudarlo?"
El anciano chasqueó. "No hay necesidad. Si él fuese de aquellos que traen habitualmente embrollos a los demás, no lo habríamos aceptado. Dejemos que tome su curso naturalmente."
Finalmente, una sonrisa se crispó en el rostro del Maestro del Vino. "Ser un tabto problemático no es malo, supongo. Al menos ahora no vendrá a beberse todas mis queridas posesiones."
El anciano río. "La próxima vez, llámame. A pesar de que no puedo beber mucho, el sabor me recuerda a los viejos tiempos. Desafortunadamente, no estoy seguro si seré capaz de ayudarte a encontrar otra botella guardada."
Una luz brilló en los ojos del Maestro del Vino, pero preguntó con voz queda, "¿Es válido usar la adivinación para encontrar vino, Maestro Clarividente?"
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